Mi nombre es Felipe Montalva; soy periodista, titulado en la UPLA,
además de realizador audiovisual. También me he entrometido en algunas cosas,
quizás en varias, y una de estas fue Radio Placeres. Tengo algunos recuerdos,
que -tal como mi fue mi participación allí- evidentemente no configuran una
mirada total/abarcadora sino que se complementarán con las de otros y otras.
Primer contacto con la
radio.
“1995 era el último año en que estaba en la universidad, estudiando
periodismo. Fue una compañera de carrera la que nos planteó a un grupo de
estudiantes que había una radio popular que se estaba armando en el cerro
Placeres, y que buscaban universitarios y/o gente que estuviera interesada en
colaborar. Ese era todo el dato. Hasta ese momento mi conocimiento de las
radios populares, comunitarias o alternativas era sólo literario; había leído
en algunas revistas, muy a la pasada, acerca de lo que ocurría con esa
experiencia en otros países, creo que ni siquiera en Latinoamérica sino en
Europa, especialmente, en Italia con las radios libres. Todo muy fragmentario.
Entonces, a mí me pareció atractiva la invitación. Recuerdo que quedamos de
juntarnos en el plan de Valparaíso e ir a la radio. Debían ser seis o siete
personas... Y no llegó nadie, excepto yo. Así es que partí a Placeres nomás.
Supongo que antes llamé por teléfono a la casa del Pato Contreras y Margarita
Plaza pues ese era el sitio donde verse.
Yo venía de realizar la práctica profesional en una radio comercial en Coyhaique, así que conocía un poco del medio, pensando que en la Placeres había alguna estructura similar, es decir, de una radio convencional. Me acuerdo que iba con un proyecto de programa de rock alternativo o subterráneo; algo así. Eso debió ser en marzo o abril de 1995”.
Yo venía de realizar la práctica profesional en una radio comercial en Coyhaique, así que conocía un poco del medio, pensando que en la Placeres había alguna estructura similar, es decir, de una radio convencional. Me acuerdo que iba con un proyecto de programa de rock alternativo o subterráneo; algo así. Eso debió ser en marzo o abril de 1995”.
Hacer las cosas ya.
“A la distancia puedo hacer una reflexión respecto a lo que encontré. En
esa época, debo haber tenido unos 23 años y por mucho que hubiera conocido
radios comerciales, una radio popular era algo completamente distinto. Cuando
le presenté finalmente al Pato Contreras mi proyecto de programa, me contestó
-con una sonrisa- que ellos, la Radio Comunitaria Los Placeres, no eran tan
ordenados ni tan establecidos como para pedir un proyecto escrito en
computador, impreso más encima y que, además, (y esto era fundamental): La
radio era ilegal, al extremo que si llegaban los pacos, nos requisaban los
equipos, y nos íbamos todos en cana. Ese era el peso de lo real. Luego,
cuando me señaló que, en un par de semanas más, se iban a juntar para realizar
una transmisión en el edificio del club deportivo Los Placeres, para mí fue
como decir: Bueno, esto es.
Eso me parece potente de cuando somos jóvenes: Uno no espera grandes
cosas; más bien, uno tiene que hacerlas.
Esa tarde, estuvimos conversando harto rato con el Pato. Creo que fue el
inicio de una práctica que sostuvimos durante harto tiempo. Ir a su casa y
conversar; no solamente de la radio si no de varias cosas”.
La resistencia.
“Tras esa primera charla, nos juntamos en el edificio del club. De
seguro esa transmisión a la que asistí fue un domingo, donde el Pato debe haber
llegado tipo 10 de la mañana con el transmisor. El local de la radio estaba
ubicado en el segundo piso. Se trataba de una sala con piso de plástico, rojizo,
ventanales grandes a la calle y una puerta de batiente, sin cerradura, que se
cerraba por fuera con candado. Además, tenía 2 divisiones. Había un espacio más
amplio, donde en ese instante estaba “el estudio” de transmisión. Otro más
pequeño, donde un par de años después sí se localizaría el estudio; y una pieza
pequeña que fungiría como cocina pues tenía un trajinado aparato de 4 anafes
con horno, un lavaplatos y un mueble hechizo con dependencias.
En la sala grande había muy poco. O estaba lo esencial: Un lienzo con el
logo de la radio y algunas mesas y
sillas de escuela que, probablemente el Pato y Margarita se habían conseguido.
Sobre estas, se instalaba el trasmisor y “el sistema de radiocontrol”: Un
micrófono, que tenía por base un frasco de plástico relleno con arena (este fue
un símbolo durante una época); una casetera bien carreteada y una mesa
mezcladora de 4 canales, cuyas perillas evidenciaban que muchos dedos habían
pasado por ahí. Recuerdo, además, que la periodicidad de esas primeras transmisiones
era de una vez por semana, es decir, los domingos desde las 10 de la mañana.
Esa fase, que se extendió por buena parte de 1995 y 1996, en alguna ocasión,
Contreras la definió como “de resistencia”. Coincido plenamente. Esas
trasmisiones funcionaban del mismo modo como cuando te tomas un terreno. Lo primero, lo vital, que se hace es
colocar cuatro palos y te quedas ahí resistiendo. Marcando el territorio.
La gente que llegaba a esos actos radiales (que es un nombre que
se me ocurre hoy) y que era, en rigor, el equipo de la radio, además, de Pato y
la Margarita, se constituía por Mario Castañeda, Francisco Caro, Alex Navarro,
una chica que me parece se llamaba Rosa, y el señor del programa de jazz, don
Leonardo Silva, ya fallecido. Después se van a integrar otras personas como,
por ejemplo, José “Pepe” Bastías con Cristina, su compañera quien –junto a
Eliana Vidal- sacaban un pequeño Boletìn “El Dial” ; luego entran Sergio Soto y
Lorena, su compañera, además, de Marcela, pareja en aquel entonces de Caro;
estaba también una muchacha de la UPLA llamada Erika Araya, que acudió con
cierta gente de esa universidad, así como un par de hombres mayores que hacían
tango y otro tipo que conducía un programa de fútbol. Puede fallarme la
memoria, y si olvido a alguien que me excuse, pero creo que ese era el equipo
que integra la Radio Comunitaria Los Placeres, entre 1995 y 1997.
Para mi, después viene un paréntesis pues retorno a Coyhaique a
trabajar. No me reintegraré a la Placeres sino hasta inicios de 1997. Algunas
cosas habían cambiado: El equipo se
había acrecentado. También se reunieron muchas cajas de huevos y pintura
para mejorar (artesanalmente) el aislamiento sonoro de la sala que estaba al
fondo. Como indicaba antes, hacia este sector se trasladaron los equipos y
el corazón de la transmisión”.
Stereoshile.
“El programa que realicé, desde ese 1995 hasta 1999 se llamaba
Stereoshile y estaba predeciblemente dedicado por completo al rock chileno,
además de algunos géneros anexos como el hip hop, electrónica y folklor, aunque
lo fuerte siempre fue el rock, sobre todo, lo más vinculado al punk, al post
punk y el metal. Aunque el proyecto que le había presentado al Pato hubiera
sido de música alternativa, con lo constatado en las primeras fechas de trasmisión,
y en esa situación de resistencia, decido realizar el programa de rock chileno
porque tenía bastante material. La medianía de los 90 era, además, una época de
cierta eclosión de música nacional interesante... Supersordo, Entreklles!, Los
Santos Dumont, LaFloripondio, Panteras Negras. Además, las bandas locales,
Inkultos, Malasangre, Ocho Bolas, Arsénico, Krápula... Tenía varios casettes e
integraba un circuito de gente amiga que se prestaba discos y cintas; a la par
de estar siempre preguntando si habías escuchado tal o cual banda. Además, iba
a las tocatas. A principios de 1998, el programa se nutrió con la llegada de
Fra Rojas y Lucho Henríquez (a.k.a Lucho Oveja). También hubo un muchacho de
Villa Alemana, Mazinho, que estuvo en algunas trasmisiones. En una epóca,
cierta música de metal era facilitada por Toño Cabezas y su Anarko Metal Shop.
Hubo secciones en el programa como “Carne nueva”, donde poníamos agrupaciones
que recién emergían, sobre todo, de esta zona; otra era “Cantaron en Chile un
día...”, en que historizábamos un poco y programábamos canciones de bandas
viejas de los años 80, 70 y 60. La sección central era la de los invitados que,
en un momento llegó a tener mucha gente asistiendo. Gracias a Fra, accedimos a
datos (en esa epóca no había internet ni celular) de decenas de grupos de la
zona interior. También llegó harta gente de Viña pues en ese período me tocó
reportear un centro cultural en Achupallas donde varios ensayaban. Creo que por
el Stereoshile pasó mucha gente que estaba haciendo cosas poderosas en ese
tiempo. Por tirar nombres (usando el azar de la memoria)... Szettento,
Soberbia, DDC, NSA, CJ, Nada de Público, Susana Tiene Piojos, Revo, Sartén 45,
Pequeñas Partículas, Alpuritano, Burdos/Sam Piraña, Sygma, Cojones de Plutonio,
Pagoda, entre decenas. Todo bien condimentado por varios litros de cerveza.
Además, en 2 oportunidades hicimos recitales en vivo en el local de la
radio”.
Lo incandescente.
“A mi personal juicio, el asunto más incandescente que tuvo la radio, en
el período en que participé, es que
intentó llevar a cabo algo muy complejo: Desarrollar una organización
social/política/cultural de nuevo tipo. Por cierto, había ideas de izquierda y
antisistema en el grupo humano pero lo que me parece que fue el desafío mayor
de la Placeres fue aunar una organización-que-era-un-medio de-comunicación a
través de una estructura asamblearia. Y no hay nada más estructurado que un
medio de comunicación. Una radio, habitualmente, tiene un director, un
productor, un departamento de prensa; es una estructura jerarquizada. La
Placeres claramente no lo era. Hacia 1998 hubo asambleas, cada semana o
quincena, con cerca de 40 personas, que eran las que hacían o colaboraban en
programas. Era algo que podía durar 4 ó 5 horas”.
Las miradas.
“En la radio pervivían múltiples miradas de cómo, o con quiénes,
relacionarse para crecer y ser. Había una diversidad que se expresaba en
programas que poseían discursos trostkistas o anarquistas, los más declarados,
o simplemente en expresar disensos frente al Chile de la postdictadura o buscar
reforzar la organización social local. En la Placeres, en un momento, estaban los
otros y otras: No sólo gente que podía adscribir a un pensamiento de
izquierda (tanto o más revolucionario) sino los mapuche, ecologistas,
anarquistas, locos, homosexuales, feministas, niños y niñas, discapacitados,
seropositivos e infectados de SIDA, o
quienes simpatizaban con los zapatistas.
Recuerdo las actividades para sostener la radio, como los platos únicos
bailables con bandas tocando; las peñas-en-el-aire; los lanzamientos de libros
(Dauno Tótoro, con “La Cofradía Blindada” o Sara Larraín, cuando estaba en
RENACE, por ejemplo), las fiestas, las tocatas... Lo que hasta hoy me resulta
impresionante pues no se contaba con grandes equipos técnicos, mucho menos
digitales ni dinero pero sí con la tremenda voluntad de un grupo de personas.
Me acuerdo, por ejemplo, de una actividad en la época zapatista de la
radio en que se organizó una feria contra el neoliberalismo, en la plaza La
Conquista, con puestos de diversas organizaciones y un escenario con bandas en
vivo. Eso fue en 1997. En los años siguientes también hubo otras actividades
allí. En 2001, por ejemplo, cuando yo ya trabajaba en la revista Ciudad
Invisible, también tuvimos un espacio.
En ese sentido, quiero decir que la radio siempre fue muy generosa en
acoger las ideas de sus integrantes y de gente cercana, con sus encuentros y
actividades.
Creo que los vecinos de la plaza La Conquista varias veces quedaron
pa'dentro de ver tanta gente extraña (para ellos) subiendo los peldaños
de ese edificio”.
Mis funciones.
“Junto al Stereoshile, en el período que comento, me fui involucrando en
la parte orgánica de la radio. Es decir, estaba vinculado a la capacitación
radiofónica y a apoyar las actividades en las que se reunían fondos.
Hacia 1998, la radio tuvo una mejora considerable en sus equipos, tanto
de transmisión como sus decks, micrófonos y mesa de mezclas. Además, se
construye un nuevo locutorio y sala de control. A través de la Confederación
Nacional de Pescadores Artesanales (CONAPACH) llega un financiamiento desde
Terranuova, una organización de cooperación italiana. Se adecua la sala grande;
se compran mesas, sillas, hasta platos. En ese local se realizarían los espectáculos
que vendrían a financiar esta experiencia, como contaba antes.
En ese período entró mucha gente nueva a la radio. Creo que ahí hay un
mérito del Pato Contreras pues él siempre invitaba a hartos cercanos. Se
ampliaron las trasmisiones. Desde los domingos, en 1998, se añade el día sábado
por la tarde, e incluso el lunes por la noche. Debo reconocer, también que, en
este período, hubo gente que llegó a hacer 2 programas y se fue. Bueno, allá
ellos. No entendieron nada.
Cuando viene este incremento de programas, aparece la necesidad de que
hubiera una especie de productor radiofónico, cargo que suena súper ampuloso
porque es como el encargado de la calidad de los programas. Eso también pasaba
por la llegada de los aparatos nuevos: Había que capacitar a los
radiocontroladores, así como conocer todos los programas que se estaban
emitiendo. En ese tiempo de 1998, yo prácticamente vivía en la radio porque me
escuchaba todos los programas-en-vivo. Mi trabajo era, en algún sentido,
capacitar a la gente cuando realizaban su programa por vez primera o, cuando ya
lo tenían en el aire para que lo hicieran mejor. Entregarles una crítica
constructiva; enseñarles a cómo editar una entrevista o cómo hacer cortinas,
por ejemplo.
En la bisagra que va entre 1999 y 2000 dejé la radio y volví como
colaborador eventual cuando se instalaron en el teatro Mauri, en 2004. Para esa
nueva época, realicé afiches para fiestas y tocatas, colaboré en algunos
programas y puse música en alguna fiesta. En 2007 hice el video testimonial
para los 18 años”.
La impronta.
“En 2010, cuando me pidieron escribir un saludo para los 20 años de la
radio, anoté ahí que la Placeres fue la primera organización social, política y
cultural en la que participé activamente.
Fue importante encontrarme con una organización, con la que yo coincidía
en varios puntos, y donde uno era un militante. Es decir, realizaba
diferentes funciones en torno a esa militancia. Yo era un periodista acabado de
titular pero no tenía ningún problema en hacer el aseo cuando me correspondía
porque entendía que era una organización de esa naturaleza. El trabajo de uno
era un aporte. Que se sumaba al de otras y otros. No era cosa de hacer un
programa y ya. Era sumarse al esfuerzo de varios en un medio de
comunicación/organización que poseía un discurso divergente al neoliberalismo o
al progresismo inválido del Chile de los 90.
Puedo decir, que la Placeres fue como mi primera escuela política. Con
todas las contradicciones que eso tuvo. Mucho tiempo atrás, conversábamos con
una amiga, quien también formó parte de la radio, que estar allí fue conocer
una forma de organización, de participación política/social/cultural que no
correspondía a los cánones que uno había leído (uno que fue niño y adolescente
en dictadura), donde se pensaba que la participación era solamente a nivel de
partidos políticos u organizaciones de ese tipo, o incluso de lo meramente
representativo. En la radio te encontrabas con otro tipo cuestiones y otro tipo
de personas.”
Valparaíso, septiembre, 2014
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